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Posted by : AZUL miércoles, 28 de mayo de 2014


Según dicen las buenas o malas lenguas o los que han investigado sobre el tema, mi nombre del hebreo amado, del inglés “Deivid”, del español  David. Algunos piensan que el nombre influye en la personalidad, y quizás sea cierto. Si le agrego una “a” al final de mi nombre para completarle quedaría  da-vida… una persona que es capaz de dar vida a otros pero no sería necesario ponerle esa vocal para que sea cierto. Alguien en algún momento me describió de una manera que no logró olvidar, con tan solo 4 palabras y una explicación, dijo: “Vos sos un desfibrilador”, en esa ocasión yo ignoraba el significado de esa palabra, un desfibrilador es el aparato que manda choques  eléctricos al corazón para que vuelva a latir y retome su ritmo cardiaco, mediante una especie de planchas que se colocan sobre el pecho, me explicó. Si todavía quedan dudas, esta es una escena que quizás las aclare, cuando el doctor dice “ 1, 2, 3, 4 despejen”, allí se está utilizando el nombrado instrumento, y antes de yo poder lanzar cualquier pregunta, ya estaba argumentando esa descripción: “Sos un desfibrilador porque apareces cuando lo necesito, porque me revivís cuando estoy muriendo”, no esperaba nada de eso, por un instante parecía como si no conociera el lenguaje y me quede en absoluto silencio, absorto por aquellas palabras, al transcurrir unos segundos volvieron los pensamientos a mi mente dejando esa conversación grabada en mi memoria, y empecé a creer que era así, empecé a comprobarlo en ocasiones, sin presumir, pero no todo es color rosa, existe esa dualidad, de bueno y malo, de positivo y  negativo, comencé a experimentar que daba vida pero en algunos momentos parecía que también la quitaba, que lo que toqué y una vez florecí también podía, sin más, marchitarlo,  como el rey midas que lo que tocaba lo convertía en oro, sentía que podía hacer eso pero también de convertir ese metal precioso en algo sin valor, como basura o como dice la canción “miro una estrella y deja de brillar, toco una flor y se ha de marchitar”, pero la vida es una pintura, llena de colores y hay que aprender a vivirlos.


Por otro lado mi nombre es viento, es como una página en blanco que cuenta una historia, es libre de atar. Mi nombre me fue impuesto, impuesto cuando se les ocurrió echarme una cantidad de agua helada sobre mi cabeza, seguida no de un llanto, sino de un rostro serio,  y no es que lo recuerde, sino que hay un registro fotográfico del acontecimiento, y luego de esto, una excusa más para celebrar, como se hace todavía en estos días. Mi nombre  se  hizo mío, no yo, mío, así otros lo tengan,  yo le doy su fuerza, su valor y así perdurará con el paso del tiempo. Mi nombre, tan común y silvestre como el de todos pero tan diferente al de los demás…

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