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Posted by : AZUL miércoles, 28 de mayo de 2014


No solemos ser exigentes, gustábamos de tener un techo en donde refugiar nuestra cabeza, pero ante todo  un espacio digno y lo ideal sería que fuera propio. Hemos recorrido la ciudad buscando un lugar agradable, varios apartamentos en la milagrosa, luego una frustrante estadía en la ciudad de Bogotá en donde me vi obligado a ver las cosas diferente, una realidad que golpea pero te levanta, y luego regresar y acomodarnos en un apartamento en belén los Alpes,luego, de nuevo una casa en la milagrosa, por último partimos hacia envigado a otro apartamento y finalmente en el que nos encontramos ahora también en este municipio, si no me falla la memoria. Tantos carros de acarreos, tantos recuerdos que quedaban en  las paredes  y suelos que habitamos, cada vez  menos el cargamento de cosas para llevar, algunas cosas se volvían indispensables y necesarias, otras, por el contrario, eran chécheres que se quedaban haciéndole compañía a lo que había en tarro de la  basura  y nuevamente la guerrera, mi madre, Nora Mondragón y yo luchando con un trasteo, solos,  y siempre fue así.
De estos lugares, recuerdo en especial uno en el barrio la milagrosa, era una “casa”, entre comillas porque comenzaron a construir en ella mientras nosotros vivíamos allí, o sea que se convirtió en apartamento, tenía una reja color verdosa oscura, matizada con un color dorado, en la entrada y en las ventanas, la puerta de esa misma combinación de colores, luego un escalón para entrar a la casa, a la sala-comedor, pequeña pero acogedora, la cocina en la cual se hacían platos deliciosos como en un restaurante con los mejores chefs, todo impecable y creo que eso es poco, dos piezas y en medio de ellas un solo baño, y dos patios con varias matas y cactus, que murieron gracias al cemento que caía de la construcción. Estábamos cómodos con este lugar y con un estado de alegría. De vecino al lado derecho mi “papá”, que de eso no tiene nada, solo porque tengo su apellido no significa que sea su hijo, y al lado izquierdo un lugar que nos endulzaba el día, una heladería, en la cual comíamos generalmente aprovechando la poca distancia. En esta casa se cometieron ciertos errores que es mejor no profundizar en ellos, para evitar una inevitable sensibilidad. Y gracias a esto cambie mi forma de ser y tuvimos que partir de este lugar para vagar y vagar de sitio en sitio, de lugar en lugar y finalmente llegar al barrio la sebastiana, en el municipio de envigado.


Es un barrio en algunas partes de estrato medio, y en otras medio bajo, con motos por toda la cuadra, arreglándolas en los talleres, con marihuaneros que mantienen mi cuarto con ese aroma, quizás agradable para muchos y para otros no, un barrio en donde es mejor pisar suave como dicen para estar tranquilo y no tener inconvenientes. Es un edificio de 5 pisos, en el cual participe en el proceso de hacer las vigas que sostienen todo el peso de la construcción, no hay nada totalmente terminado, pero es acogedor, y casi propio, de un tío, que vive esporádicamente con nosotros, vivimos en el segundo piso, y da la casualidad, que el barandal de las escaleras  y del balcón es tal cual a la descripción de la casa de la milagrosa, el mundo es un pañuelo, quizás… las escaleras son de esa arenilla china, la puerta es la más tecnológica que he visto en mi vida, tiene casi la misma seguridad que la bóveda de un banco, exagerando un poco, es un apartamento amplio, sala, comedor, dos alcobas, cocina, dos baños, patio y balcón, hay hasta un lugar para Jeska, la perra pastor alemán,  en el quinto piso, la terraza. Es un lugar hecho con esfuerzo familiar que es lo que da el gusto de habitar en este lugar… pero quizás en algún momento también tengamos que partir…

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